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Mercedes Ubeda

febrero 25, 2021

Recuerdo ese día un poco entre la niebla. Han pasado 40 años desde entonces, pero en este país, pese al intento fallido de golpe de Estado, había ganas de cambio, ganas de democracia y libertad y, sobre todo, había ilusión, fundamentales para establecer la diferencia con el momento actual.
Ahora, muchos de nuestros jóvenes navegan en la desesperanza. Todos hemos visto las últimas manifestaciones y los últimos sucesos. A veces, me pregunto si las dos crisis seguidas que llevan soportando estoicamente, no podrían conducirnos a situaciones parecidas al 23 F.
Por cierto, en aquél momento yo tenía ganas de vivir y de conseguir, pero, sobre todo, tenía ilusión.
Ese día fui al cine. Siempre me gustó el cine.
Recuerdo las calles del pueblo, llenas de gente al entrar a ver la peli y vacías al salir.
Como si se tratara de un sueño, recuerdo mirar a través de la cristalera de un Bar y ver mucha gente hablando en voz alta; algunos con banderas; no serían mucho mayores que yo.
De pronto, quienes me acompañaban y yo, nos encontramos con alguien que nos dijo lo que había pasado en el Congreso. Después, recuerdo bajar, casi corriendo, una calle larga y empinada de regreso a casa.
Tuve miedo o, tal vez, una mezcla de sorpresa y temor por lo que podría pasar.
Y….. aquí estamos hoy!!!!

Lola Galan

febrero 25, 2021

Era el primer día de la semana; en Febrero de 1981 yo vivía en Madrid, donde había nacido hacía 24 años.Por la mañana trabajaba en un Organismo Autónomo del MEC, por la céntrica estación de Atocha y por la tarde continuaba estudiando; un año antes había terminado la carrera de Psicología y en el curso 80-81 cursaba un año de especializacion en Psicología Educativa.
Lunes somnoliento y resacoso;no recuerdo cuantas clases teníamos esa tarde,supongo que se cortarían cuando fueron llegando las noticias; mi novio me vino a buscar en nuestro querido Seat 600 azul a Somosaguas porque el ya «sabia» algo.
Nos metimos en el coche y encendimos la radio;recuerdo que no hablábamos casi entre nosotros por no perdernos nada de la narración radiofónica ;los atascos hasta llegar a nuestro barrio por la zona de Ciudad Lineal eran monumentales y tardamos varias horas en llegar;mirábamos por las ventanillas y veíamos a la gente en silencio, tensos, buscando la mejor forma de encontrar lo más pronto posible la seguridad de sus hogares y de sus familias ;sensaciones que compartíamos todos.
Lo siguiente ya es historia:noche larga de transistores, inquietud, incredulidad:¿como se iban a cargar la democracia de esa manera, con lo que había costado conseguirla? ..pero finalmente ,esperanza cuando vimos al rey posicionarse al lado del pueblo.

José Ricardo Navarro Bedrina

febrero 24, 2021

Estaba en Valencia. Tenía 23 años. Acaba mi carrera de Ciencias de la Educación. Trabajaba, para pagarme los estudios, por la mañana en una compañía de seguros (sin contrato) y por las tardes en un escuela de adultos, alfabetizando, en Cheste/Chiva, en un programa de la Unesco y gestionado por UGT. Era militante del sindicato. Allí, dando clase, nos informaron de lo que estaba sucediendo. El estupor fue general. Personas mayores, hijos de la guerra civil, en zona republicana….. Los demócratas de todo signo nos concentramos, junto al alcalde, en su despacho. A las 18,30 ya no se podían utilizar los teléfonos. Al descolgar sonaba el bando de Milans. Pasamos la tarde enterrando documentación de los partidos democráticos y de los sindicatos de clase. El toque de queda era a las 21 horas. Mi tren se vuelta llegaba a Valencia a las 23 horas. Aún conservo el salvoconducto.En Valencia, todo era descorazonador. En la estación militares y soldados de replanzo retornando a sus unidades. Peor fue al salir. Desde la zona de taxis, que no había, y por la c/Marqués de Sotelo, las dos tanquetas apuntando al Ayuntamiento.Miedo. Andando a casa. Miedo. Miedo a encontrarte a grupos incontrolados. Alrededor de un kilómetro para llegar a casa. Evitando las calles principales, aún así había que cruzar Marqués del Turia. Circulaban vehículos militares. Nadie me presto atención. Alivio. En casa, la sensación era agobiante. El traquetear de los cristales al paso de los tanques por Matías Perelló, Jacinto Benavent y Antic Regne, impresionaba.Tranquilidad con el mensaje de Rey, e incertidumbre…, en Valencia continuaba en vigor el bando del general golpista. A la mañana siguiente a trabajar, con incertidumbre, expectante.Un puñado de horas para no olvidar…, y para aprender. Para saber lo frágil que es lo que hemos construido.

Juan Gregorio

febrero 24, 2021

El 23 F de 1981 me pilló recién llegado a Ontinyent (Valencia) donde estaba trabajando de maestro. Para mí fue un motivo de confusión y de preocupación ya que las noticias que recibía fue que Milans del Boch se había sublevado en Valencia y había sacado los tanques por la ciudad. Pensé en lo poco que había durado la recién estrenada democracia, después de tantos años de dictadura y sentí rabia porque un militar pudiera hacer ese alarde de fuerza utilizando un medio que todos los ciudadan@s le habíamos proporcionado. Pensé: es que como si mi colectivo de docentes hiciéramos lo mismo utilizando grandes lápices o bolís a modo de espada y nos pusiéramos a subvertir el orden constitucional.
Cuando, por la noche, apareció el rey, Juan Carlos, por la tele me tranquilicé bastante. Pero permanece, desde entonces, una serie de dudas que todavía tengo rondando por la cabeza:
¿No habrá sido el 23 F un montaje para fortalecer la figura del rey?
¿Se prestó el rey Juan Carlos al peligroso juego de realizar una involución y, después, se dio cuenta de su error y rectificó quedando como el bueno de la película?
¿Por qué todavía no es pública, después de 40 años, toda la información del 23 F? ¿Hay algo que no interesa que se sepa?

José María Montero

febrero 24, 2021

Me pilló en La Española, comiendo unas tortitas, acompañado de mi mujer y mis dos hijos pequeños. Fuimos a casa y seguí, como todo el mundo, los acontecimientos en la noche de los transistores, cada vez más inquieto y más en la Región Militar de Milans del Boch con los tanques y militares . Me tranquilizó ver al Jefe del Estado abortando el golpe de estado y ya me fui a la cama.

Nines Martinez

febrero 23, 2021

Aquel lunes, como tantos otros desde hacia cuatro o cinco años, la Asociacion Provincial de Asistentes Sociales de Albacete celebraba su reunion semanal en el 4 piso de Arquitecto Vandelvira n 5, sede de la Asociacion.
Eramos 6 ó 7 compañeras y ese dia la reunion no tenia un contenido especial, pero sí se vió violentamente interrumpida cuando fueron a avisarnos de que se estaba produciendo un golpe de estado , que había que salir rápidamente de alli y dispersarse .
Los sentimientos que primaron en aquellos momentos nos llevaron de la sorpresa e incertidumbre al desconcierto y miedo. Aquello pintaba mal y todos los peligros y retrocesos posibles pasaron por nuestras cabezas. Guardamos los papeles que teníamos por allí (por si acaso)y salimos rápidamente.
La mayoria fuimos a nuestras casas donde nos esperaba nuestras familias . Algunas, mas atrevidas e intrépidas, pasaron por el Ayuntamiento y la Diputación para “ ver que pasaba” ….
Los dias siguientes fueron intensos en llamadas telefónicas y traspaso de información y durante todos estos años , haciendo gala de nuestra costumbre y afición a las reuniones, el comentario ha sido siempre el mismo “ hasta el golpe de estado nos pilló reunidas” !!!!

Llanos Moraga Ferrándiz

marzo 7, 2011

Aquella tarde me encontraba en la Facultad de Medicina de Espinardo, recibiendo un curso de Farmacología. Salí del salón de actos, sobre las seis y media, para coger el autobús y llegar a tiempo a la clase que les daba a dos hermanas, que iban un poco retrasadas en sus estudios.

Me extraño el ambiente en el bus, en la carretera, en la ciudad, todo estaba demasiado tranquilo, faltaba el rumor de la gente, pero era lunes a media tarde y no le di demasiada importancia.
Baje cerca de Capitanía General, lugar donde me dirigía, ya que mis pupilas eran las hijas del Teniente Coronel, y el buen señor vivía allí.

Había más movimiento que otras veces, camiones y otros medios militares que no estaban normalmente, pero seguí sin darle importancia; para mí solo eran unas maniobras más. El soldado de la puerta, me pidió el carnet de identidad, le miré extrañada pues me conocía de sobra, ya que iba tres días a la semana; subí al primer piso, donde me abrió la madre muy nerviosa, -¿es qué no lo sabes?-, me preguntó. Me encogí de hombros, entonces me lo contó. Lo que más le preocupaba era que sus niñas perdieran la clase, no tanto el hecho que me detuvieran, ya que yo salía después del toque de queda.
Intente calmarla, de todos es sabido que “la procesión va por dentro”, trataba pensar muy deprisa, quería convencerla para que me dejará marchar como máximo a las nueve de la noche.
Di la clase intentando centrarme, pues mi mayor problema era deshacerme de una documentación demasiado comprometida que llevaba en la carpeta, y no lo que le que pudieran pararme la policía.
La mujer consintió en que terminara la clase y le pidió a tu marido una nota, en la que este me autorizaba a poder circular, después del toque de queda.
En aquel momento militaba en el Partido Comunista, que si mal no recuerdo era ilegal. Mientras las nenas hacían unos ejercicios, separé todo lo que consideré peligroso, dejando lo demás fuera de la carpeta, en un sobre que le pedí a la Sra., argumentándole que así llevaría mejor la autorización del Coronel.
Cuando salí cruce la calle, que estaba cerca del puente de los peligros o puente viejo, que debía atravesar para llegar a mi piso, la neblina propia del invierno y la noche me ampararon, por eso que cuando nadie podía verme, tire la carpeta al rio en la zona de mas caudal, no miré solo apreté el paso y en la esquina siguiente me pararon.
-¿me habrían visto?-, me pregunté. Solo fue un puro trámite, el permiso del Coronel era un buen aval, incluso se ofrecieron en llevarme a casa; yo no quería, pensaba en mis compañeros; no me pude negar, pues me escoltaron hasta la puerta.
Ya os podéis imaginar la cara de mis compañeras cuando me vieron llegar, seguida por un coche militar.
Al subir conté lo que pude, allí había de todo miedo y tranquilidad, dependía de la tendencia de cada una. Lo que podía comprometerme lo llevaba el Segura rumbo al mar. Cuando oí al Rey me quede tranquila. Cene y me acosté, en realidad ¿que podía hacer?…

Maria Aranzazu Gonzalez Sanchez

marzo 3, 2011

En ese año yo tenía 17 años,estaba haciendo COU,para ayudarme un poco económicamente, daba clases de Inglés a un grupo de unos cinco niños en mi casa,recuerdo que esa tarde sus padres pasaron a recogerlos pronto, antes de terminar la clase,no tengo recuerdo de haber pasado miedo, ni siquiera de tener conciencia, a pesar de tener una edad ya como para tener responsabilidad,de la importancia de lo que estaba pasando.

Hoy soy consciente de todo, sobre todo de lo que podría haber sido si la democracia se hubiera truncado, por eso muchas veces me pregunto ¿Si todo esto hubiera sucedico hoy,está nuestra clase política actual preparada?, desgraciadamente creo que no.

Un saludo desde Almeria,hecho de menos mi tierra.

Antonio Caulín Martínez

marzo 2, 2011

Estudiar en la Universidad Laboral incentivo mi compromiso político y después de unos años de huelgas, asambleas, reuniones… aquel día, y los siguientes, los recuerdo como una toma de conciencia más activa sobre la implicación en la política.

El martes nos pertrechamos de radios y periódicos y seguimos atentos la evolución de los acontecimientos, con continuas discusiones desde la derecha a la izquierda, argumentando nuestras opiniones como jóvenes estudiantes. Alguno habitaba en el franquismo trasnochado, amenazante y orgulloso de una posible marcha atrás, pero la –gran- mayoría estábamos instalados en el puerto común de la Democracia. No se impartieron clases, los profesores nos hablaban de su postura política con total cercanía y debatíamos. Alguno, recuerdo, dio su clase enfurruñado y respetuosos le seguimos.

Recuerdo a nuestro profesor de Filosofía con especial intensidad, Miguel Angel Valbuena, en aquella jornada. Hicimos comparaciones con otros golpes de timón contra la decisión del pueblo, algunos cruentos. En su clase leímos EL PAIS: noticias y artículos de opinión de comentaristas y nos invitó a la reflexión, siempre desde una perspectiva de izquierda que no podía evitar y que muchos le agradecimos, aunque siempre con respecto a la derecha democrática entonces escasa.

La UNI catalizó a los institutos circundantes a media mañana, y por la tarde nos reunimos –los alumnos- en asamblea. Para “contrarrestar” el efecto pernicioso de una posible marcha atrás algunos leíamos ejemplares de la Constitución, ensalzando este o aquel artículo. Las discusiones volvieron otras vez … pero guardo el recuerdo de los corrillos leyendo el título octavo, lo que conllevaría para Albacete … si tendríamos universidad… El tiro de Tejero le salió por la culata, los alumnos de la UNI de Albacete, nos hizo afectos y comprometidos con la democracia y la participación en política.

ANTONIO CAULÍN MARTINEZ

Ezequiel San José

febrero 28, 2011

Con motivo del treinta aniversario del asalto al Congreso de los Diputados por elementos de la Guardia Civil el 23 de febrero de 1981, prensa, radio y televisión han aireado el acontecimiento machaconamente.
Periodistas políticos de entonces y de hoy sacan a relucir sus impresiones. Se analizan las posturas de unos y otros pero se resalta, se mitifica el papel del rey Juan Carlos para reducir a los golpistas y controlar a las Fuerzas Armadas.
El congreso ha celebrado el acontecimiento y junto al gobierno y los diputados de diversas tendencias hemos podido contemplar a Carrillo, Fraga y otros personajes de aquella época en las pantallas, intercalando en cambiantes escenas su ayer más o menos airoso y su hoy de ancianos.
Indudablemente el 23-F es una fecha histórica. Comprendo que determinados medios e instituciones procuren añadir a lo ya conocido los ignorados testimonios de gentes que de una u otra forma vivieron aquel largo día. O largos días. Porque tras el 23 de febrero el 24 también continuó la triste historia.
Sin lugar a dudas lo que diga o escriba cada cual será distinto tanto en el lenguaje como en el enfoque.
Yo soy un hombre de ayer. Espero cumplir, no muy tarde, 90 años. Posiblemente por eso han solicitado mi opinión.
Mi relato carece de importancia y podría contarse en muy cortos renglones.
Al anochecer del día 23 entraba en Valencia conduciendo mi coche y me tropecé con las tropas y los tanques que Milans del Bosch había sacado a la calle.
Llegaba desde Barcelona y trataba de llegar a mi casa en Albacete. No suelo usar radio en el auto e ignoraba lo que en Madrid había sucedido y el posicionamiento de las autoridades de Valencia.
Las Carreteras valencianas de entonces eran distintas a las actuales en determinados tramos. Bajando desde Cataluña yo solía entrar en la ciudad sin dar rodeos circundándola como hoyes casi imprescindible y buscaba la salida del casco urbano por una avenida cercana a la estación ferroviaria.
Tuve que detenerme junto a otros vehículos mientras los soldados nos impedían el paso. Desde una furgoneta parada a mi lado)su conductor, voceando, me dijo lo que a su parecer había ocurrido. Encendí la radio y escuche, repetido incesantemente, el Bando de Milans que prohibía sindicatos, patiidos políticos, reuniones de más de dos personas…
En fin, era claro: el fascismo, muerto Franco volvía nuevamente.
Mi conocimiento de la ciudad me permitió dar marcha atrás y luego de infinitos rodeos salir de Valencia.
La radio repetía que no se permitía usar las caneteras a los coches civiles, que existían controles militares por doquier, que estaba prohibido repostar en las gasolineras, que …
¿Cometí una imprudencia saltándome aquellas órdenes a la torera?
Tal vez. Pero mi maletero estaba repleto de propaganda catalana de izquierdas, de pasquines de rojos colores y esperaba desprenderme de todo aquel papel en algún sitio.
¿Ignoraba Milans que en las carreteras no existían controles? Yo no VI ninguno y además logré llenar de gasolina el depósito de mi coche convenciendo al dueño de una gasolinera de que él no se exponía a ningún castigo por ello.
No vi ningún vehículo a lo largo de los más de doscientos kilómetros que recorrí hasta llegar a casa.
Isidora, alarmada, contemplaba el televisor. Me senté a su lado y durante horas, larguísimas horas, estuve enterándome tanto de lo sucedido en el Parlamento como del trajín que periodistas, curiosos y determinados militares, tenían en la puerta del Palace Hotel, frente a las cOlies todavía ocupadas por Tejero y su gente.
A las tantas, Juan Carlos, con uniforme de Capitán General, aseguró que la monarquía defendía la Constitución y la democracia…
El sucinto relato de mis andanzas, pensamientos y temores durante los días 23 y 24 del dichoso febrero aquel; los periódicos y libros leídosantes y después de aquellas fechas; las opiniones de amigos o no amigos que a lo largo de tantos años he escuchado, me impiden aceptar la «historia oficial» que se divulgaba.
Pero creo que conviene concluir mi «historia personal».
La noche del 23 F igual que tantísima gente, no dormí. Salí de casa bastante temprano y me reuní con los miembros de mi Partido que permanecían en el ayuntamiento de Albacete vigilantes. Y pocos días después me sumé a la masa de demócratas por la libertad caminando por las calles de nuestra capital.
¿Por qué no acepto la «Historia Oficial»? Es muy sencillo. ¿No contribuyó el rey con su censura a Suárez a la dimisión de éste? ¿Se ha olvidado el deseo, el afán del rey de traer al general Armada al Estado Mayor en Madrid? ¿No era público y notorio, hasta Ramón Tamames lo comentó, que «convenía un General al frente de un gobierno nuevo»? ¿No afirmó Milans, mil veces, antes y después de sacar a la calle los tanques que ante todo y sobre todo, él era monárquico?
Y pienso, como tantísima gente, que sin los disparos y la grosería de Tejero, el 23-F habría concluido de de otra forma «menos democrática».
Ezequiel San José